Nos
definimos tradicionalmente comos seres racionales distinguiéndonos así del
resto de animales del planeta a los que colocamos en un estatus inferior como
seres irracionales. Esta dualidad hace tiempo que carece de sentido y no
refleja la realidad. El ser humano también ve dirigidos muchos de
sus comportamientos por impulsos, instintos, apriorismos y pasiones o atracciones.
Uno de esos comportamientos es la adscripción, la identificación y la
elección de un grupo del que sentirse parte.
Ocurre
con todo tipo de afiliaciones y adhesiones. Tanto en el deporte, como en
la política, en la religión y hasta en asociaciones lúdicas es frecuente ver la
incondicionalidad del postulante. Basta recordar frases como "Viva er Beti
manque pierda", "Somos los mejores", "Yo es que soy de
ZP", "Totus tuus" para constatar que son muchos los que se
autoetiquetan como pertenecientes a un grupo, credo o afición y lo llevan como
algo inamovible, indudable, defendible ante cualquier evidencia o crítica
fundamentada.
Ocurre
hasta con marcas de vehículos, ropa, perfumes y cualquier otro objeto de
consumo. Los publicistas lo saben bien y echan mano de ese irracional
sentido de pertenencia para crear eslóganes como el de "Soy de la Mutua" por ejemplo.
Establecido
el vínculo, al postulante le da igual que el líder, líderes o miembros de su
grupo o tendencia cometan abusos, se equivoquen, fallen, pierdan una
competición y hasta que delincan. El adscrito parece cegarse ante
cualquier circunstancia o evento que degrade o ponga en evidencia a su líder, grupo,
equipo, partido, credo, club o asociación.
La
faceta social del animal humano le transciende.
Se superpone sobre la propia identidad del indivíduo, anulándola.
Una
expresión antes citada: "Somos los mejores" es un claro ejemplo de autohalago siempre
absurdo e inconsistente. Valdría clamar
en un grupo "Hemos sido los mejores", pero ningún indivíduo ni grupo
puede superar a los demás de forma definitiva ni perenne. Estas exclamaciones estúpidas cobran especial
invalidez cuando las grita alguien que realmente no está implicado en el logro
del que se vanagloria. Caso claro es el
fútbol, cuando el seguidor se exalta en la grada con ese grito "Somos los
mejores".
Estas
adscripciones irracionales no son particularmente peligrosas cuando se trata de
equipos deportivos, marcas de bienes de consumo, y otras pero se convierten en provocantes
de conflictos, confrontaciones y hasta guerras cuando se circunscriben a
religiones, nacionalidades, etnias, ideologías y muchas otras.
Es
en la educación de los niños, en los medios de comunicación, en los líderes
ideológicos y políticos del mundo entero en los que reside el inicio de la
solución a este originador de problemas en todos los órdenes.