Mi simpatía por los indignados y sus propuestas decaen un poco cuando caigo en la cuenta de que buen número de ellos pueden ser, me da a mí que son, los que con casi 8 años menos vividos, por entonces estrenados hacía poco sus 18, se acercaron a las urnas para, contra pronóstico, elevar a ZP (Registered trade mark) a la presidencia de un gobierno. Naturalmente no fueron solamente ellos quienes dieron el vuelco a las encuestas pero seguramente contribuyeron de manera importante. No es que yo prefiriera el resultado que las encuestas vaticinaban pero el que un atentado y una orquestada y oportunista campaña consigan cambiar el voto mayoritario de una población es algo que me espanta. Da alas a terroristas y asesinos.
Nunca fui ni soy militante, ni simpatizante, ni votante del Partido Popular pero lo vivido en estos siete y pico años de gobierno del PSOE me han confirmado que no era aún un equipo preparado para gobernar. Fue muy grande la ruina y la estampida tras la caida de Felipe González a la que siguieron la de Borrell, la de Almunia, la de Bono y, ya sin candidatos de peso, aceptaron la brillante propuesta de Chaves de poner al frente del partido y de un futuro gobierno a un iluminado lleno de talante como Zapatero. Tanto talante y sabiduría como inexperiencia. Un hombre que no había dado un palo al agua en toda su vida (y que sigue sin darlo), ajeno a los problemas cotidianos del currante, del empresario y hasta del profesional independiente. Así nos ha ido.