Que un partido consolidado como el PSOE llegue a gobernar como ha llegado, tras unos resultados electorales reiteradamente malos, con muchos menos votos que el partido gobernante y con los apoyos que lo ha hecho es algo extraordinario. Tiene lo que se merece: las manos atadas para aplicar la ley a los separatistas, una necesidad asfixiante de conceder y contentar a los populistas insensatos de Podemos, un complejo de intrusismo que los bloquea y un quiero y no puedo (o no debo) constante. Se contradicen una tras otra y no en las palabras, que también, sino en los hechos que es mucho peor. Es decir, si proclaman que van a hacer una cosa y luego hacen otra, malo, pero aun es peor hacer una cosa para a la siguiente vez, en identicas o similares circunstancias, hacer otra. Es uno de los grandes fallos de las democracias modernas: el desentendimiento de loa ciudadanos. Me viene a la memoria aquella letra de cancion de la transición que decía que el pueblo solo quiere su pan, su hembra y la fiesta en paz (machista por cierto, pero era otro tiempo). Se hace verdad una vez más. Lo malo es que por esa indiferencia ya ha habido dos guerras mundiales y gobiernos corruptos por todas partes.
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